No en el momento en que intentaron matar a Cristina.
Tampoco al dormir, ni en la mañana siguiente. tampoco en la marcha. Fue en un momento cualquiera inesperado, mientras volvía a casa por la tarde. Comencé a llorar y pronto estallé en un llanto desconsolado. Manejé todo el camino así. Creo que no fue algo, sino una suma de cosas. Sentir que me voy y el mundo queda así, con ese odio.
Lloré por Cristina.
Lloré por Cristina y por el amor que la rodea, al que intentaron matar gatillando. También por mis padres y hermanos y abuelos. Lloré por todos los compañeros que no están, a quienes las balas sí alcanzaron, por todos quienes pusieron el cuerpo. Como hoy es el cuerpo de Cristina. Y ayer fue el cuerpo de Eva. Los cuerpos que odian.
Al llegar a casa estaba desolado y mi vecino me invitó a tomar unos mates. Así de la nada. Salió justo afuera y me invitó. Mi vecino antiperonista. Hablamos de eso y de todo e intentó consolarme. Hablamos de nuestros padres, nuestras vidas y frustraciones, de nuestras dolencias. Un poco de historia y política, todo en un tono muy cordial. También del hermoso día que hacía. Salimos afuera y el Sol inundaba la otrora gélida Bariloche. Nos une un gran afecto con mi vecino. Nos dimos un apretón de manos y por dentro pensé "es un día peronista, de los duros, pero peronista al fin". No le dije eso, obvio. Le dije gracias porque realmente me había ayudado mucho. Tal vez no sea todo tan gris.
Tal vez quede aún más amor. Más amor que odio.
n-
03/09/22