sábado, 27 de octubre de 2018

Memorias sobre mis amigos


Volvieron mis amigos. Los de antes, los de siempre. Un golpe en la puerta y sentarse a matear. Escuchar y ver, encontrarse ¿Tenés hambre? Tengo pan y un poco de queso "¿cómo están tus viejos?" "¡qué linda está la casa!" "¿cómo era aquella canción?".
Conversar y cantar.

Ahora estoy con mis amigos en un fin de semana, haciendo dedo para cualquier lugar. Nada estaba planeado pero uno llegó con la mochila armada y lo seguimos. Volvimos a la ruta con mis amigos.

Ahora estamos en un castillo en Escocia y hay una banda tocando con gaitas, violín y tambores Bodhram. Una doncella canta y otra nos invita a entrar en la rueda del Ceilidh.

Al amanecer todo está nevado en Patagonia y hacemos guerra de nieve y un muñeco gigante con forma de Buda. Está Joel también, y Mirna desde adentro grita que están listas las tortas fritas.

Intercambiamos discos con mis amigos. Cuando alguno consigue uno nuevo todo el mundo lo quiere y después de un tiempo lo empieza a prestar. Luego tal vez sacamos uno de los temas del disco nuevo y lo empezamos a tocar con George.

En carnaval hacemos guerra de agua, nos tiramos con bombitas y baldazos también. Cada uno tiene un cuartel general, como en el ladrón y policía. Cuando jugamos al poliladron nadie quiere ser policía. Juguemos al tarrito de pintura mejor. "Quiero pintura de color... ¡rojo!" y uno sale corriendo con todo. El rojo, claro. ¡O sino al huevo podrido! ¡O a la mancha! ¿pero cuál? mancha manteca, congelada, estatua... "Jugando al huevo podrido se lo tira al distraído, el distraído lo ve y huevo podrido es!".

Pero nada supera a las escondidas. A veces hacemos bromas con mis amigos. Por ahí entramos todos a tomar la leche y a uno que quedó escondido no le avisamos, después entra enojadísimo! pero luego de un rato se le pasa. Es de malos eso.

Ahora hay música y bailamos con los grandes. Mi mamá tiene un delantal, los nenes bonetes de cumpleaños. Que rica la torta y el chocolate.

Un instante después somos grandes pero no dejamos de bailar. Bailamos un tema de Gilda y también de Sombras. Al final Los Auténticos Decadentes hasta que no damos más y cuando pasan Vasos Vacíos nos abrazamos todos y cantamos con un brazo apuntando al cielo.

Na praia bailamos ciranda con mis amigos. Hacemos una roda grande y nos tomamos de las manos y Paloma me enseña a bailar. Pero ahora es chiquita ella y llora sola en una habitación en Bogotá. Entonces otro amigo pregunta ¿qué pasa? y ella no dice nada pero la abrazamos y hay más amigos y estamos todos juntos, entonces se le pasa. Estamos más contentos ahora y varios comienzan a sonreir, después a saltar y luego a hacer un picnic y otra vez a dançar porque suena un forró y todo el mundo ríe y mientras unos bailan otros charlan, unos reparten brigadeiro y algunos jugamos un picadito. Y está el Diego también, que baila el forró con la pelota. La rebeca suena y la fiesta está animada, el partido sigue. El Beto mete goles de orto como siempre y el Tincho se calienta y el Godines tira lujos pero no la pasa nunca. La sanfona se va apagando.

Es la hora de los sanguchitos ahora. Que lindo que es el Campo de Deportes. Siempre venimos en esta época a festejar el día de la primavera, vienen todos los cursos y los grados de la primaria. Jugamos al voley con mis amigos, y a la matanza. Corre viento en esta época en Cutral Có, pero igual venimos. Con mis amigos en Jaco en cambio, vamos a las lagunas algún fin de semana. O en San Rafael al parque del río en la isla Diamante, que me gusta porque está el museo y además porque es lindo San Rafael. Pero si estamos en otro lugar vamos al Centro Cívico, o al Planetario, o a la playa a ver las ballenas que se acercan a la orilla, o sino al Bosque que también tiene zoo y si hay triperos vamos con ellos a la cancha, aunque hinche por Huracán.

Salimos a caminar al campo con mis amigos y todos se preparan como exploradores. Cantimplora, sombrero, mochila, fósforos, cuchillo. Es lindo el campo. Una noche nos quedamos a dormir en el medio de la nada con el Beto. Sin bolsa ni carpa ni nada. Tirados en la arena al pie de una jarilla. Por la mañana apareció un zorrito que nos miraba fijo sentado al lado nuestro. Se hizo amigo también. Ahora somos uno más.

Cuando salimos a caminar también está Canela. Y Milchunas. Con Canela subimos el Lanín junto con los amigos puntanos. Y dormirmos en el bosque un montón de veces también. Nos gusta andar de noche con mis amigos, principalmente con los canes. Con el zorrito también.

Volvieron mis amigos y volvimos a escuchar música. Volvimos a los recitales, hacemos pogo y mosh. Cantamos Oração con Manu por las calles de Salvador.

Volvimos con mis amigos a la escuela, al bar, a la cancha, al club.

Volvieron mis amigos y volvimos a la esquina. Copamos la cuadra, la calle. Volvimos al barrio.

Volvimos con mis amigos a marchar por las calles. Caminamos juntos en la manifestación y tenemos una bandera. Marchamos por el trabajo, vivienda, por justicia, por la tierra y por el agua, porque nos queremos vivas, por el orgullo, por los estudiantes, docentes, porque queremos educación y castigo a todos los responsables del asesinato de Fuentealba. Pero no lo mataron, camina con nosotros también y ahora marcha en apoyo al Pueblo Mapuche y por la libertad del lonko Facundo Jones Huala. Marchamos contra el golpe en Brasil y por la liberación del Pueblo Palestino. Marchamos por tantas cosas... marchamos por la Vida, marchamos porque Nunca Más.

Lo importante es que caminamos juntos. Porque nos conocemos desde el barrio con mis amigos, desde que éramos bebés. Porque somos compañeros. Nos criamos en Aitué. Y cada tanto nos juntamos, vivan donde vivan, a compartir un vino, un asado, a compartir una guitarra. A compartir un poema de Armando o una canción de Violeta.

Y ahora son otros los niños que juegan alrededor. Son los hijos de mis amigos. Ahora son Amanda y el Mati Zapata, ahora son Ulises, Elena, Jazmín y Merlín. Ahora está Fada, Ámbar, Leia. Son muchos más. Y pronto vendrá Chavela y luego otros niños y niñas que asimismo serán amigos. Somos muchos ahora. Somos los mismos de siempre también.

Y cuando uno de nosotros ya no está porque se le acabó su tiempo en esta Tierra, entre los amigos nos recordamos con una sonrisa. Siempre. Porque sabemos que nada nos puede separar.


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primavera de 2017

Art: "Circle Dance" by Lane de Moll

sábado, 14 de julio de 2018

El enterrador


Estaba cansado de estar sólo en casa. De que el único movimiento ocasional fuera causado por los moscardones que aparecían cada vez que guardaba carne entre unos trapos en la cocina.

Una noche le pareció ver una especie de duende grotesco realizar un salto rápido entre dos muebles, pero se lo atribuyó al vino y a la luz de las velas; cuya disposición triangular en la casa generaba una zona de sombras armónicas en los bordes. Eran espectros de las sombras.

A la mañana siguiente recordó lo sucedido mientras hacía su viaje al río para juntar agua. "Lo voy a hacer", pensó, "voy a tener un duende". Solía traer de allí dos recipientes, uno mucho mayor que el otro y siempre lleno, el otro más pequeño hasta la mitad, y así subía la cuesta, torcido. En el río juntó un poco de barro y de paja. También una cápsula tubular de algún insecto acuático. Estaba hecha de piedras pequeñísimas y seguramente fuera el refugio de alguna larva de aquel arroyo somero y torrentoso.

Esa noche encendió el velón, aquel grueso que decían que duraba 7 noches y 7 días y que guardaba para ocasiones especiales. Metió las manos en el barro y comenzó a moldear el monigote torpemente. Chapoteaba en el balde, ensuciaba el piso. Bebía a borbotones y así se tragaba la noche que parecía inacabable. Todo era siempre algo confuso en esas horas en que el vino y el pasado rellenaban el espacio flotando como un humo denso desde el cual oía a veces los sonidos de afuera, ladridos de perros y animales extraños, nunca voces humanas.

El muñeco era deforme, no más grande que su mano, con corazón de cápsula larvaria y cuerpo limoso. Algo de pasto ayudaría luego a mantenerlo firme y salía también por sus extremidades, dando el aspecto de manos y pies. Un manojo de paja asomaba también por la cabeza.

Era siempre cerca de media tarde cuando el Sol entraba por la ventana del noroeste. Y estaba justo ahí cuando despertó, tirado en el suelo, acurrucado entre unos cueros. ¿Habría sido un sueño, un desvarío? Miró alrededor ansiosamente y allí estaba, en una esquina, sobre una estantería, casi perdido entre tantos objetos que atiborraban la casa.

Una sonrisa demorada dejó ver al fin esa boca apestosa, con costras violetas en los labios y en los pocos dientes que le quedaban. Estaba feliz. Allí quedó el monigote, aunque nunca cobró vida. A veces él le hablaba, le contaba secretos. Pero el muñeco siempre en lo alto, impávido en aquella estantería sucia y repleta. Secándose y desintegrándose con el correr de los años.

Un invierno se le ocurrió empaparlo en licor, prenderle velas. En una primavera lo llenó de flores, le cantó. Pero el muñeco nunca se volvió duende, siempre fue un pedazo de tierra.

Entonces vino aquel otoño tan frío en su casa sin fuegos, en su cuerpo ya viejo. Llegó esa noche inexplicable en que empezó a hablar solo, a rezongar. Sus manos huesudas comenzaron a abrirse y a cerrarse frenéticamente, sus pies daban algún zapatazo esporádico, mientras repetía aquellas palabras, siempre al ritmo de un torbellino que había arrancado lentamente a crecer en su interior.
Se horrorizó de pronto al darse cuenta hacia donde se dirijían sus gestos. Cada vez estaba más cerca de esa esquina. Estirando sus dedos sin parar, como queriendo salpicar con un líquido invisible a aquel que no podía vislumbrar en las tinieblas, pero cuya presencia empezaba a temer. Bebió un trago y lo escupió como una lluvia sobre aquel rincón. Pronunció palabras sagradas en contra de su voluntad. Las profanó. Quemó sus manos con las velas. Escupió sangre. Salió corriendo bajo las estrellas y se revolcó en el barro congelado. Entró con las ropas rasgadas. Se arrodilló en ese rincón y rezó. Nada de lo que dijo quiso decir y nada de lo que hacía era su voluntad. Quería evitarlo pero no podía. Quiso evitar luego prender ese fuego y salir al campo y juntar yuyos, pincharse las manos, cocinar todo y luego beberlo y quemarse la garganta. Quiso evitar finalmente gritar y maldecir hasta el cansancio, cubrir al duende con un pañuelo color ocre y mancharlo con sangre.

Al día siguiente pensó que todo aquello no podía ser cierto de ninguna manera y esto le trajo algo de alivio. Arrimó algunas ramas para unos mates, cerró la puerta. Había quedado abierta por la noche y esto lo inquietó, más no era la primera vez. Pero después las manchas... sangre y vino. El barro, sus ropas. Evitaba mirar. Hacía todo sin levantar la cabeza, alejando la vista de aquel rincón. Fue hasta el río y se lavó las patas. Volvió y se desnudó. Cuando vió su mugre y le ardieron sus heridas comenzó a temblar. El mentón giró levemente dando a la cabeza un ángulo inclinado. Pequeños espasmos en el cuello aumentaban paulatinamente la torsión hasta dejar casi en posición horizontal la cabeza, aunque los ojos seguían clavados en el suelo evitando mirar aquel canto. Cuando por fin un parpadeo corrió apenas el iris de lugar y divisó de reojo el color ocre de un pañuelo soltó un alarido gastado, lastimero y largo como un lamento. Avanzando a los tumbos se arrimó hasta allí revoleando los brazos y derribando todo. Sollozando golpeó las paredes de adobe, pateó tachos se arrancó unos pelos y se tiró al piso. Se tapó a medias con un poncho y durmió.
Se cagó encima. Nunca más sucedió nada con el monigote. Seguramente se habría hecho trizas con aquel último manotazo. Allí quedó el pañuelo tapando sus restos en aquel rincón casi inaccesible de la casa, cubierto de trastos viejos conservados inútilmente.

Los inviernos transcurrieron y el episodio cayó en el limbo de recuerdos que se confundían con los sueños o con las macanas que tenía prepadas para contar si algún día viniera alguien a visitarlo.

La casa permanecía igual a través de los años, pero un día trajo una plantita con flores y la puso al costado de la puerta. Otra vez se armó una escoba con unas ramas y la ató con tanto cuidado que barría parejito, nunca más tuvo que lavar el piso. Lo que más hacía era tomar mate cocido, matar moscas, pensar la noche.

Hubo una primavera en que no se alejó de la casa. Un día divisó a lo lejos un caballo. Al final de un verano mucho después, casi se seca el río. Ahí mismo en el arroyo agarraba peces que quedaban atrapados en las rocas en otoño. Una vez comió uno crudo. Algunos días de calor salía a caminar justo antes del amanecer y cuando volvía comía pan con huevo.

Al final, la vida no había sido más que eso. Una sucesión de días confusa y veloz. Un conjunto de pedos, eructos y alguna carne para comer alguna vez, cuando podía arrebatarle una liebre a los buitres. Una permanencia del frío, con algunas pausas de bendición de Sol. Una cantidad enorme de agua cayendo, nevando, corriendo por el arroyo y dentro de sí. Había sido también algunos deseos, el recuerdo de un niño, el canto de una calandria en una tarde de verano.
La vida había sido el silencio.


La muerte del viejo fue en el patio.
Primero cayó pero estuvo consciente unas horas ahí tirado. Arrancó una zanahoria que estaba cerca y la masticó hasta la mitad, después murió. El Sol se escondió y salió varias veces. La piel era una masa dura y blanca pegada a la carne. Llovió, escarchó y venteó. Un gusano ancho y baboso salía por la boca mientras otros miles lo devoraban por dentro. La puerta entreabierta de la casa golpeaba a veces por el viento. Decenas de escarabajos pululaban en la tierra debajo de sus manos tiesas. Ciertas partes comenzaron a pudrirse. El último portazo derribó también algunos trastos. El pañuelo comenzaba a crecer. Lentamente se erguía hasta descender al suelo el objeto debajo de él, que ahora caminaba con patas cortas y deformes, con un lomo que se dejaba entrever irregularmente peludo. A cada paso era mayor, y cuando por fin llegó a la puerta se quitó el pañuelo y salió. La velocidad era de una lentitud exasperante, demoraba un día en dar algunos pasos, pero seguía creciendo.

Un zorro que olió la carroña se acercaba a la casa una tarde. Se detuvo en seco al contemplar desde atrás a una figura sombría que se acercaba parsimoniosamente al cadáver.

Su tamaño era descomunal.
Un manojo de paja espeluznante formaba su cabeza.
Sus manos crecían en forma de raíces casi arañando el suelo.
Llevaba en una de ellas una pala.

Cuando estuvo al lado, comenzó a cavar.



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Invierno 2015



martes, 27 de febrero de 2018

El Barril de Diógenes

De alguna manera es reconfortante escribir en un blog que nadie lee. Es... como describirlo... un sentimiento parecido a la libertad. Puedo agarrar y decir lo que se me cante, no es necesario ser políticamente correcto ni decente. Por ejemplo puedo decir '¡¡¡Aguante Macri!!!' o 'los travas son todos putos' y a nadie le importa, entonces es fantástico. Incluso diría que ayuda a pensar, en cierto modo. Porque claro, tampoco se trata de vociferar cualquier palurdo con tal de escandalizar (aunque esté de moda), sino de decir algo genuino, de decir algo en definitiva. Me imagino que algo similar pudo haberle ocurrido a Diógenes en su reclusión ermitaña. En todo caso si alguien lo iba a visitar, qué derecho tendría a molestarse por sus dichos si nadie lo había invitado. Si no te gusta lo que dice Diógenes para que carajo vas a golpearle el barril entendés. ¿Para molestar nomás? Es una posibilidad. Pasa mucho ahora, incluso hay gente que tiene cuentas en redes sociales sólo para fustigar a otros. Me sorprendería que no haya pasado antes también. Like an ancient bullying.


Para quienes no lo conocen les cuento que este tal Diógenes nació en Sínope, una isla que se encuentra en la costa sur del Mar Negro, en el 412 a.C. Era hijo de un banquero llamado Hicesias, quien fue acusado de acuñar moneda falsa y desterrado de Sínope. De este modo, Diógenes se tuvo que ir con su padre y llegó en algún momento a Atenas, donde se convirtió en discípulo de Antístenes, un antiguo pupilo de Sócrates. Con el tiempo, Diógenes fue planteando distintos pensamientos y prácticas en su vida, que dieron origen al modo de vida cínico, basado en una vida natural e independiente de los lujos de la sociedad. Cuenta una historia, que Diógenes fue a consultar al Oráculo de Delfos -como era usual en la época- y éste le dijo: «Vuelve a tu casa y da nuevas instituciones a tu tierra» (parajáraxis, palabra que significa tanto "falsificar la moneda" como "cambiar la constitución"). Es probable que esta experiencia esté en la raíz filosófica de Diógenes, que era en gran medida revolucionaria. Diógenes vivía como un vagabundo en las calles de Atenas, caminaba descalzo durante todas las estaciones y dormía en los pórticos de los templos envuelto en su capa. Sus únicas pertenencias además de la capa eran un báculo y un cuenco, hasta que un día vio un niño bebiendo el agua que recogía con sus manos y tiró el cuenco. Diógenes consideraba que la ciencia, los honores y las riquezas son falsos bienes que hay que despreciar, y que la virtud es el bien soberano. De este modo, el sabio debe liberarse de sus deseos y reducir al máximo sus necesidades. En Atenas era ridiculizado, pero también temido, ya que Diógenes de hipócrita no tenía nada y le refregaba a los atenienses su falta de autenticidad y decadencia todo el tiempo! En ocasiones se paseaba a plena luz del día con una lámpara encendida diciendo "¡Busco un hombre!", al tiempo que corría a todos los que encontraba. "Sólo tropiezo con escombros", decía y seguía caminando..."Busco un sólo hombre honesto". Era también un gran adversario de Platón, quién lo llamaba "el Sócrates delirante", pero que le tenía cierto resquemor, seguramente por las ridiculizaciones que esgrimía Diógenes para enfrentarlo. Platón por ejemplo, daba una definición socrática de hombre como un "bípedo implume" y Diógenes cierto día llegó a la academia con un pollo desplumado diciendo "te he traído un hombre" y cosas por el estilo. Una vez en un viaje, Diógenes fue capturado por piratas y vendido como esclavo. Cuando fue puesto en venta, ante la pregunta de qué sabía hacer él respondió: "Mandar. Comprueba si alguien quiere comprar un amo". Fue comprado por un tal Xeniades de Corinto, quien le devolvió la libertad y le convirtió en tutor de sus dos hijos. Pasó el resto de su vida en Corinto, donde se dedicó enteramente a predicar las doctrinas de la virtud del autocontrol y donde vivía en un barril, rodeado de perros.
Este blog es como el barril de Diógenes.

Salvando las diferencias claro. En primer lugar porque es un barril informático entonces la arquitectura es distinta, uno construído con herramientas de carpintero sobre madera, el otro con lenguaje html sobre bits. Bits que por otro lado nadie sabe como carajo son. Bueno, alguien sabrá, pero el común de los mortales no lo sabemos, como todas las cosas. ¿O alguien sabe como cornos funciona un celular? ¿Cómo metés una foto por ahí ya parece en otro lugar del mundo? O peor, grabás un video. El video sale volando y aparece en otro aparatito, no me jodan, eso nadie sabe como pasa. Ni los que construyen teléfonos. Les dejaron unos planos extraterrestres antiguos que guardan en un cofre secreto en el interior de la Tierra y los hacen tal como dice ahí sin saber que bosta están haciendo. Así se fundó Nokia. Era una compañía excavadora de pozos de agua y encontraron el pasaje subterráneo hacia el cofre y el rabdomante se volvió millonario. Don Nokia, el rabdomante. Después entraron también los japoneses y un par más, pero para el que quiera saber la verdad, así es como funciona la cosa. 

Bueno, pero a que iba todo esto. Bien, probablemente a nada. Es un divague nomás y aquí es cuando un eventual lector se siente ampliamente decepcionado y piensa que al fin y al cabo hacía bien en no leer mierdas como éstas porque no tienen sentido alguno lo cual es verdad, pero por un lado pienso, ¿a Diógenes tampoco se le ocurrieron sus grandes ideas de un día para otro no?
No se metió en el barril el primer día y dijo.... "El amor es una ocupación de quien no tiene nada que hacer", o "El tiempo es el espejo de la eternidad". Es decir que el mero hecho de que hasta ahora no haya aparecido en este blog una idea memorable para la humanidad no quiere decir que no aparezca en el próximo post. Así como también este mismo hecho tampoco garantiza que vaya a aparecer en algún momento. Qué incertidumbre ¿no? Por otro lado, ¿es la idea de este blog que aparezca una idea memorable para la humanidad? Suena pretencioso, cuando no algo ridículo. Por supuesto que no lo es, aunque el hecho de que haya sido mencionado ya coloca la posibilidad de que sí esté como un objetivo en el incosciente. Sí tal cosa existe, por supuesto. Cosa que no creo. Y no me vengan con que Freud lo demostró porque ahí ya nos excederíamos de este escrito. El viejo Sigmund armó una buena historia, eso. Cierra por muchos lados, y como muchas otras historias uno puede armar su vida haciendo como que existe. Pero nada más. Eso no quiere decir que tal cosa sea verdadera. A mí me gusta generalmente colocar los sucesos de mi vida cotidiana en relación a como influyen en el destino de la galaxia, si estos cooperan en última instancia con la resistencia, o sirven más bien al destino imperial de la orden Sith. Pero si alguien me dice si alguna vez ví a Darth Vader fuera de la pantalla ya entramos en otro tema. Bueno, en realidad sí lo ví (está en mi casa pero nadie lo sabe). Volviendo al objetivo de la idea memorable para la humanidad también se me ocurre pensar... ¿era ese el objetivo de Diógenes? ¿o más bien el tipo se quedó ahí flasheandola con un tinto y se le cayó una idea? Si fuera esto último lo sucedido, me da cierta curiosidad la cuestión de que en esa época y lugar se le cayeran a la gente ideas importantes tan seguido. ¿O en otros lugares también y nadie las anotó? ¿O alguien las encontró y nunca las dió a conocer? ¿O se transmitían de boca en boca en otros pueblos y a esos pueblos los masacraron? Que cosa eh, qué habrá pasado... 

Sea como sea, me parece bueno pensar, ya sea como los filósofos griegos o como los germanos, o como cualquier otro, pero pensar en serio. Porque me imagino que habrán tenido un método para hacerlo no? ¿O se largaban así a poncho nomás? Hablo en pasado porque no sé si existe la filosofía todavía. Pero sería interesante incluir algo de todo esto en la educación de los jóvenes tal vez. ¿Por qué nunca tuve filosofía en la escuela? Me hubiera gustado pensar en estas cosas cuando aún tenía conexiones neuronales disponibles. Posiblemente podría escribir cosas más interesantes ahora. Pero no. Ahora ya tengo el cerebro fijo como peinado de tanguero, todas las conexiones ocupadas con los simpsons, dragon ball, montaña rusa y Mazinger Z. Entre otras cosas, por supuesto (igual banco a Mazinger Z aclaro). Nos cagaron la cabeza mal, entendés? ¿Cómo hacemos para remontar esto? Bueno, organizar un viaje de jubilados a Grecia no estaría mal para empezar. No pero posta, ¿cómo hacemos? Y a los chicos qué onda, ¿los vamos a dejar que les pase lo mismo? Claro, es más cómodo dejarlos boludeando con el snapchat que sentarse a hacer la tarea con ellos o leer un libro o jugar. ¿En qué tenemos la vida tan ocupada los adultos? Me da risa cuando todo el mundo dice que está ocupado, que no puede, que no sé que tiene que hacer... ¿Qué mierda hacen me pregunto? ¿Es alguna de esas cosas realmente más importante que juntarse con otro o estar con los niños? Obvio que no. Nos pasamos la vida haciendo puras huevadas. Perdiendo el tiempo. ¿Tenés algo que hacer? Cancelalo y nos vemos. Listo. Tirá a la mierda todo. Así de simple. Metete adentro del barril o pasá a visitarme a éste o andá a la plaza o a visitar a tu vecino con el que nunca hablás. O si sos mala gente tirate un pedo en el ascensor, queseyó, pero hacé algo de verdad. 

Igual, ahora que lo pienso es muy difícil aguantarse en el ascensor. No sé porqué pero hay algo en el movimiento que hace fluir los gases intestinales más facilmente. O será porque está calentito, no sé. Igualmente no estamos yendo de mambo ya... esto fue una mera apostilla. Estabamos hablando de Diógenes y de ideas trascendentales para la humanidad y terminamos hablando de pedos. Aunque seguramente que Diógenes también se tiraba pedos, ese no era el quid de la cuestión. El quid de la cuestión era que esto es como el barril de Diógenes con la diferencia de que no aparece ninguna idea relevante para el pensamiento de la humanidad. Pero que ya dijimos que puede aparecer. Y que puede también nunca aparecer.

Algún día quizás salga algo bueno, quien sabe. 

En todo caso, creo que recordar (aunque sea brevísimamente) a Diógenes es un puntito a favor en el maremágnum de idiotez imperante. El griego digo. Porque también está el otro, Diógenes el Linyera, la historieta de Caloi. ¿La conocen no? No es un filósofo que esté en el bronce pero es muy bueno también. Tal vez sea también un punto a favor recordar esa historieta. 

Y así vamos terminando ya este post, que seguramente los lectores tendrán cosas importantes que hacer (revisar el whatsapp por ejemplo). No serán ideas trascendentales las que están apareciendo en este barril, pero es un poco mejor que estar poniendo me gusta al meme de un gatito en Facebook.

Los dejo entonces con estos pedacitos de Diógenes linyera. Saludos!